miércoles, 27 de octubre de 2010

La Tierra del sirgo/Jaén de la seda: Andújar (I).

  Conocida la actual configuración de perfectos campos de olivos alineados, resultaría difícil imaginar una orografía donde el cultivo predominante en las huertas de labor fuera una especie arbórea de origen oriental, de alto porte, de verde brillante y suculenta hoja. Así en pleno Medievo el escritor cordobés Rasís (s. X Crónica de Al-Razi) llama al territorio “Jayyen Al-harir” “Jaén de la seda”. También desde antiguo se le conoce como “la tierra del sirgo” (dependiendo de la traducción), dado que muchas gentes cultivaban en las ciudades y en el campo el gusano de seda. Al-Makkari dice que eran criados con hojas de moral (Morus Nigra) que eran preferidas a las de morera (Morus Alba), tradición esta que continuó hasta el s. XVI. Puede tener su origen en la capacidad que tiene el moral a resistir heladas. Un autor anónimo*del s. XVIII aconsejaba la plantación de moreras porque crecen linealmente y resulta mucho menos complicada su recolección. Por el año 1794 daba de comer a 3000 familias la Seda en el Reino de Jaén (Retrato Natural de la Ciudad y Termino de Jaén*).




  Pues bien, a lo largo de una serie de artículos monográficos intentaré recrear un mundo casi desaparecido, pasearemos juntos por las calles y campos de la llamada “Tierra del sirgo”…

Andújar

Situación:

  Importante enclave estratégico, puerta de entrada a Andalucía. Lugar de paso del antiguo camino de Córdoba y el término más grande de la Provincia jiennense. Es el corazón de la campiña regada por el río Grande “Guadalquivir” que atesora al norte un parque homónimo, cazadero del felino más amenazado del globo.

Un poquito de historia:

  Andújar, Anduyar musulmana, debe su configuración como plaza fuerte al Imperio Almohade, convirtiéndose en uno de los iqlim mejor guarnecidos de la Cora de Jaén. Su castillo se rindió a los cristianos definitivamente (tras la efímera conquista de Alfonso VII) en 1226, aunque con anterioridad el caudillo Abd Allah Abu Muhammad apodado el Baezano (Al-Bayasi) lo hubiera cedido al rey Santo. Fernando III le otorgaría Fuero siguiendo el modelo de Cuenca, Úbeda…etc. Con el tiempo y las ventajosas donaciones de la Corona Castellana se convertirá en uno de los Concejos sobresalientes del Reino de Jaén.

Arqueología viva:

  He recorrido innumerables veces la autovía que une Bailén y Andújar, pero no había escudriñado con suficiente atención para descubrir que el paisaje agrícola no es tan homogéneo como el tópico lo impone (olivos y más olivos). Desde el desvío a Zocueca, donde el relieve se torna llano, es fácil observar las huertas familiares presididas por blancas construcciones, rodeadas por árboles de fruta y sombra. Un poco de curiosidad y una visión detenida, hará percatarse a nuestros ojos de la existencia de pródigos morales (o moreras, mi perspectiva no es tan aguda). Conforme nos acercamos a la ciudad se multiplican los caseríos en proporción a los sustentadores de seda. Esta imagen despabila mi fantasía… Creo ver edificaciones de adobe encalado, protegidas por conducciones de agua. Acequias que ordenan un vergel artificioso de naranjos, limoneros y granados. Mientras un campesino con inmaculado turbante abre surcos en la tierra…




  Nada más pisar la ciudad me dirijo a las afueras y campos colindantes, por esta época comienza a florecer el algodón que monopoliza gran parte de las huertas. Cerca de un colegio he aparcado el coche y he estirado las piernas. Otra razón de la existencia de una antigua producción de seda aparece ante mí. Son moreras no demasiado viejas, crecidas sobre restos cortados de veteranos congéneres. Aún bien entrado el otoño, conservan sus grandes hojas.

  Esta campiña por donde pasa la concurrida carretera me recuerda a aquel esquema del siglo XVIII, y tampoco difiere mucho a los plantíos dibujados por Pier Maria Baldi en el siglo XVII, cuando pasaba, cosas del azar, por esta ciudad.










  Quién sabe, quizás esa línea de vegetación que rodeaba el cauce del río, podrían ser moreras dispuestas a ser recogidas.
  Me dirijo con paso ligero e intento bordear la ciudad siguiendo los cultivos limítrofes, pero las construcciones y una ordenación urbana aleatoria dificultan poder ollar las tierras.
  Andújar ocupa una elevación natural de la campaña, esto se aprecia de manera clara si rodeamos el casco histórico por el Paseo de la Feria y la Ronda del arroyo oculto de Mestanza. Al lado de la que llaman Fuente Sorda, saludando un imponente torreón, el terreno asciende dirección a una esplanada donde dicen estaba sito el alcázar. Sirva de ejemplo el desnivel para comprender la prominencia de este antiguo núcleo poblacional.
  Cámara en ristre, he ido documentando los morales y moreras que quedan en pie, salvados por su inclusión en parques ora ornamentales. Son pocos, pero de gran porte.







  Detengo mi paso, tomo asiento en un concurrido parque y observo el callejero. Recuerdo que un erudito local me comentó la existencia de un barrio, extramuros de la ciudad medieval, donde se tiene constancia que el gremio de sederos y tejedores habitó con sus industrias. Lo he localizado en el mapa.

  Una plaza de reciente factura sirve de eje a la confluencia de dos calles de trazado estrecho. Una llamada Velillos, otra Cendal y en su centro el Altozano de Canillas. La sonoridad de sus nombres, guarda el origen de un antiguo arrabal, localización de la manufactura sedera en esta ciudad. Próximo a un río, no visible ahora (como dije antes), que llaman Mestanza. Este caudal facilitaría los trabajos de lavado de la seda. Cendal es una rúa larga de casas bajas que aunque renovadas no pueden disimular su fábrica de ladrillo manual. “Cendal” o “Sendal” (no comprendo la insistencia de la Academia de intentar desterrar este provincialismo, que con su “S” nos acerca a su origen animal) era la tela de seda (o lino) muy delgada y transparente; también hacía alusión a la guarnición de la vestimenta. “Velillo” es la tela rala con la que se confeccionaban “velos” bordados con delicados hilos de plata, complemento muy utilizado por las mujeres desde la edad media hasta nuestros días (aunque en la actualidad se prefiera su nombre francófono, “Foulard”, fular en castizo). Es ésta la más amplia y la que da cobertura por completo al suburbio. Por último la plazoleta no podía ser menos, “Canilla”, era el carrete por donde se devanaba el hilo de seda que estaba dentro de la lanzadera. Guardo una imagen antigua de un telar donde unas hábiles manos femeninas deslizaban entre la urdimbre una pieza de madera…

  … Veo sus calles de adoquines, casas de planta baja y de humilde decoración. Puertas abiertas donde laboriosas mujeres cubiertas por túnicas, accionan rítmicamente los peines del telar. Madejas de lustrosos matices cuelgan de las celosías y un olor penetrante, descubre tinajas bombeadas al sol. Son los árboles improvisados caballetes de lienzo y mil fuertes brazos de piel pigmentada…





  Un resumen de las actas capitulares del concejo andujareño que realizó un prolífico autor local, son una fuente veraz del devenir de la sericicultura por estas tierras. No he podido resistirme y bien acompañado, me he dirigido al archivo municipal en pos de dos legajos sobresalientes. Un diligente funcionario me facilitó las actas correspondientes, que gracias a mi dulce compaña y del concienzudo descifrado paleográfico, ahora tengo en mi poder (copias, cómo no). Espero en próximas entregas ofrecer una transliteración completa, ahora sólo puedo dar una explicación mínima de su contenido. Para ello tomo prestadas las palabras del doctor Carlos de Torres Laguna:
  Año 1608. 10.6. Lunes. “...Hay una denuncia del alguacil contra algunos vecinos por haber hilado el capullo fino de seda junto con el que no lo es, con gran perjuicio para los intereses económicos de la ciudad, por ser costumbre inmemorial el hacerlo en la forma debida. Se sale a la defensa de los denunciados ya que la pragmática real existente no es vulnerada por no tratarse de la forma que se le ha de dar a la seda y en su consecuencia no va contra las hilanderas, sino contra los cogedores y torcedores que no les dan la forma debida y no evitan con ello el que se puedan mezclar los buenos capullos con los malos. Se desprende de todo lo expuesto cómo se cultivaba en la ciudad la cría del gusano de seda desde tiempos muy antiguos y que el hilado y la calidad de la seda tenía gran solera y categoría muy acreditada, defendida tenazmente por la población y autoridades”.
  Año 1687. 31.1. Viernes. “…Lo mismo ocurre con la seda que cultivaba la gente pobre y se vendía fuera con buenos rendimientos, mas ahora los moradales se han dejado perder porque con los impuestos no dejan rendimiento”.
Continuará...