Historia de la sericicultura

La posible llegada a Europa del Gusano de Seda (I).
 Son muchas las hipótesis sobre cómo el occidente europeo conoció la producción de seda. Quiero comenzar con la versión más legendaria, la narración de Procopio de Cesarea (De bello gotico, libro IV, cap.XVII), tan representada por el Arte. Ya tendremos tiempo de ir conociendo otras explicaciones más rigurosas...


 Aparecieron en la corte de Justiniano (552) unos monjes indios (¿nestorianos o budistas?) con una propuesta, según lo cuenta el historiador: “Llegaron unos monjes de la India y cuando se enteraron del empeño que tenía Justiniano en que los romanos no compraran seda de los persas, se presentaron ante el emperador y se comprometieron a arreglar las cosas de modo que los romanos no tuvieran que adquirir esa mercancía de los persas, que eran sus enemigos, ni de otro pueblo cualquiera; en efecto, habían vivido muchos años en un país más arriba de multitud de pueblos de la India, país llamado Serinda y, allí habían aprendido de qué modo se podría criar seda en tierras de romanos. A las preguntas del emperador, que trataba de cerciorarse de la veracidad de sus promesas, contestaron los monjes que los artífices de la seda eran unos gusanos, pues era su maestra la naturaleza que los obligaba a trabajar sin pausa; que era imposible transportar hasta acá los gusanos, pero que sí era fácil y factible transportar a su prole, pues cada uno de ellos ponía un sinfín de huevos; y que a estos huevos, bien cubiertos de estiércol, se les podría devolver a la vida de calentarlos al tiempo suficiente (…). Así, volviendo de nuevo a Serinda, transportaron los huevos a Bizancio y, tras conseguir que se transformaran en gusanos, los alimentaron con hojas de morera y lograron que en adelante la seda se criara en tierra de romanos”.
  Según se cuenta, los monjes trajeron los huevos escondidos en sus bastones huecos de bambú cubiertos con estiércol. Pero todo indica que no eran de una especie muy apreciada, lo que unido al excesivo monopolio que Justiniano pretendía, hizo que la sericultura no prosperase en el Imperio Romano de Oriente.

 La posible llegada a Europa del Gusano de Seda: Spania de Bizancio (II).
 Justiniano I creó una manufactura en Constantinopla, los llamados "gineceos". Como ya dijimos, el nivel de la seda producido en el Imperio de Oriente no podía rivalizar con la producción de China, ni en técnica ni en decoración. Por lo que se continuó, importando seda de las cecas orientales de mucha más calidad, potenciándose la incipiente ruta de la seda.

 Volviendo al eje de este blog, puede asaltarnos la duda de si esta entrada en dominio mediterraneo de la Sericicultura, pudo llegar hasta la península ibérica. Pues bien, pisamos el campo de las hipótesis, dado que carecemos de fuentes escritas directas de Bizancio sobre la conquista de parte del territorio de la antigua Hispania.

 Para ello nos apoyaremos en fuentes indirectas y nuestra imaginación puede realizar el resto (por lo que olvidaremos el camino científico). Sirva sólo, entonces, como aproximación a la época en la que se puede afirmar de manera veraz la llegada de la producción de seda a la península, que será bajo la dominación árabe.

BIZANCIO, SPANIA Y ¿LA SEDA?

 Por desgracia las fuentes propias del Imperio Romano de Oriente que nos han llegado, no mencionan datos de relevante importancia sobre la arrivada peninsular de los Bizantinos (ni Procopio de Cesarea y tampoco Jordanes). La narración será completada por la inconexa relación de San Isidoro y la exposición superficial de Juan de Biclaro.
 Se firmó un pacto entre Atanagildo y Justiniano, para que este último le ayudara a luchar contra su rival, el rey visigodo Agila I. Podemos suponer que el beneficio para el romano sería la concesión de parte del territorio ibérico. Esto dio origen a la aparición de Bizancio en la historia de España. Desde aquí como todo pacto, donde ayer fue ley, hoy es papel mojado. Asesinado Agila I, Atanagildo llega al trono y sus sucesores intentarán expulsar a los Romanos Orientales, que desde hacía tiempo habían emprendido campañas destinadas a conquistar el antiguo dominio occidental de España, que recibiriría el nombre de Spania.


 La permanencia de Bizancio se prolonga desde 552 hasta 624, siendo expulsados definitivamente en los reinados de Suintila (Reino Visigodo) y Heraclio (Bizancio). Ahora bien, debemos tener presente la fecha de 552 cuando se presentaron ante Justiniano los dos monjes indios. Se puede suponer que durante esta etapa podría haberse introducido en Spania (Territorio Bizantino en la península) la cría del gusano de seda...Pero sólo podemos quedarnos en eso...Una suposición.

 Sabemos que muchas de las formas artísticas de carácter orientalizante provenientes del imperio romano bizantino, fueron asimiladas por los Visigodos, muy amantes de la riqueza y suntuosidad (Iglesia concilial de Toledo). También se sabe que el territorio de la bética dominado por terratenientes hispanorromanos, era más favorable a Bizancio y que sus intereses económicos entrarían en contacto con el comercio floreciente del Imperio, donde qué duda cabe, la seda era importante moneda de cambio. Es más, los propios visigodos, aunque quizás desconocedores de la sericicultura, adecuaron sus vestimentas a los gustos hispanorromanos. Sabemos que utilizaban mantos de seda.
 En todo este contexto y a falta de datos convincentes, sólo podemos esperar a la conquista musulmana de la península. Por último un pequeño detalle, fijaos cómo la zona de máximo dominio bizantino coincidirá con los más importantes núcleos de producción de seda a lo largo de la Edad Media y Moderna, ¿simple azar?

Al-Ándalus, origen de la Sericicultura en la Península (I).

 La seda ha sido uno de los tejidos más valorados por la historia de la humanidad... Pero puede resultar chocante que hasta el siglo VI no se pudiera elaborar en Europa. Los omnipotentes romanos, conocedores y dominadores de gran parte del mundo, pudieron apreciar este brillante tejido, aunque nunca supieron su auténtico origen. Ellos pensaban que las tribus orientales lo conseguían del fruto de un árbol... Ni siquiera el emperador bizantino Justiniano consumó sus ansias de conocimiento, con las complejas técnicas de Sericicultura chinas.

 China es la fuente originaria de la producción de seda, ellos domesticaron al gusano y obtuvieron de sus capullos el preciado hilo. Se sabe que desde el Neolítico se producía seda de manera artesanal, pero tendríamos que esperar a la Dinastía Han para la definitiva consolidación de la cultura de la seda (Sericicultura). Durante este período fue tal el auge que expirimentó su industria, que se dictaron leyes encaminadas a limitar su uso sólo por la clase noble y a prohibir su difusión a otras naciones. Medida esta que no obstaculizó su expansión a Corea, Japón, India y ciertos pueblos de Asia central. Recordemos cómo, a riesgo de sus vidas, dos monjes llevaron a Constantinopla unos huevos de Bombyx Mori.
 En el siglo VIII, dos grandes potencias se disputaban el control del amplio territorio asíatico y sus intereses expansionistas coincidían. Por un lado, el imperio islámico, que desde la llamada a la guerra santa por el Profeta fue conquistando amplios territorios de África, Asia y Europa (Península ibérica). Los Califas Omeyas y sus deponedores Abbasidas, ensancharon los horizontes del Islam casi a los límites globales de influencia actual. Del otro, la Dinastía China Tang que se encontraba en su cenit, había ampliado los territorios del Imperio hasta cerca de Oriente Medio y la India. Su capital Xian era la ciudad más poblada del mundo en aquellos días. Pero ciertas conspiraciones y la falta de apoyo de la clase campesina, harían inevitable la caída paulatina. Además si añadimos que An Lushan, un comandante del Imperio, reclamó parte del territorio conquistado para sí, podremos llegar a comprender el desenlace del enfrentamiento.


 En la proximidades del río Talas se dieron cita el ejército chino al mando de Gao Xianzhi con treinte mil soldados y la alianza árabe-turca del califato abbasí, capitaneada por Ziyad ibn Salih al frente de cien mil hombres. El desquilibrio de potencial  se tornó aún más evidente cuando parte de la facción china, un total de diez mil karlukos, una tribu de origen turco, se pasaron al bando opuesto (del mismo origen). Fue una victoria aplastante y sangrienta, sólo sobrevivieron dos mil soldados chinos. Y este es el dato a tener presente, esos chinos capturados en la Batalla de Talas o Samarcanda (751), serían quienes enseñarían a los árabes sus técnicas de Sericicultura (también el papel). Una vez más el azar juega una partida paralela.
 Y hablando de azar... Cuatro años después, en una playa de Al-Andalus el único descendiente vivo de la dinastía Omeya pisaba la tierra peninsular (Almuñecar o Burriana). Venía huyendo desde Siria y cómo no, cosas del destino, él sin aún saberlo, sería el instaurador de un linaje de califas que darían al mundo uno de los períodos más florecientes de la historia... Continuará.



Al-Ándalus, origen de la Sericicultura en la Península (II).


 Abd Ar-Rahman ibn Mu'awiya ibn Hisham ibn Abd al-Malik, pisaba tierra tras un largo periplo que lo había traído de su Siria natal hasta la Península Ibérica, llamada ahora Al-Ándalus. Delante suya, una tierra extraña...Y en la memoria...Sólo sangre. -Señor, confíe en la profecía- dijo su sirviente Badr mientras ayudaba a descender al futuro Abderramán I.
 La profecía dada por su tío abuelo, Malasma, se cumpliría. Abderramán devolvería la fortuna a su linaje y los Omeyas harían de Al-Ándalus uno de los pueblos más floreciente del medievo europeo. 
 En el incipiente Emirato y posterior Califato, se darían las condiciones para el desarrollo de las artes suntuarias y, cómo no, la seda sería una materia muy apreciada en las manos de la refinada sociedad andalusí. 
 El Duz al-qazz (Bombyx Mori) fue traido por tribus sirias provenientes de la inmigración de Balg (para responder a la sublevación bereber de Zaragoza) asentadas en la Bética. Es interesante tener presente el paradero de dichos pueblos, ya que nos dirán mucho sobre los futuros focos sederos históricos en la Península.

-Los sirios de Gund (circunscripción militar) de Damasco se instalaron en Elvira, en la Vega de Granada.

-Los del Gund de Qinnasrin (Siria del norte) en Gaiyan (Jaén).

-Los de la región de Homs en Niebla (Huelva), en el Aljarafe y en Sevilla.


 A ellos debemos la introducción de la Sericicultura en nuestro país. Grandes serán las muestras artísticas producidas en los talleres (Tiráz), que las harán rivalizar con los mejores tejidos de Bagdad (nueva capital abasida) y Egipto. Pero esto merece un capítulo a parte...
DAR AL-TIRAZ (Casa del Tiraz) en la Córdoba Omeya.
 La llegada al poder de los Omeyas trajo consigo una importante renovación de los gustos y modas en la  corte. Desde un principio, como es sabido, Abd al-Rahman I no quiso romper totalmente con la cabeza religiosa del Islam, que había convertido a Bagdad en la nueva capital abasí. En los siguientes años este nuevo Oriente sería el espejo donde se medirían las aspiraciones de los Omeyas españoles y Córdoba el lienzo donde plasmar su influjo.
 La floreciente ciudad hispana se llenó de artesanos sirios (debemos recordar el artículo anterior), herederos de la tradición serícola china, estableciendo talleres dedicados a la confección de los más refinados tejidos a imagen de los realizados en Bagdad y Egipto. Tiraz era el nombre por el que fueron conocidos. Según la enciclopedia islámica Tiraz es una palabra de origen persa que significa "bordado". Los especialistas divergen sobre su auténtica procedencia, Serjeant dice que el origen del tiraz debió estar en las factorías del Estado de los reyes de la Persia sasánida, aunque según Levi Provençal, era una institución bizantina adoptada en Bagdad y extendida luego desde allí a Egipto y más tarde a España.
 Así cundió la moda de la fundación de una manufactura regia, dedicada exclusivamente a las más altas creaciones, dignas tan sólo de los emires/califas andalusíes y que como ya veremos, valiosos elementos de obsequio a los embajadores e ilustres personajes que solían visitar la corte cordobesa. Los textiles procedentes del Dar al-Tiraz eran piezas únicas firmadas con el marchamo (marsam) real.
 La Real Fábrica de manufacturas (Dar al-Tiraz o Casa del Tiraz) según Ibn Hayyan fue realizada por Abd al-Rahman II, aunque su origen se remonta a los tiempos de su abuelo Abd al-Rahman I.
 Durante el reinado del ya Califa Abd al-Rahman III, los productos de las reales fábricas compitieron con los maravillosos tejidos de Bizancio y Bagdad.


¿Pero dónde estaba ubicada la Casa del Tiraz?

Son dos las posibles ubicaciones del Real Tiraz Omeya:
1) En los alrededores de la Iglesia de San Andrés, dada la creencia que ocupa el lugar de la Basílica visigoda de San Zoilo. Esta versión no parece muy exacta, aunque he de decir que he  recorrido el barrio y me ha llamado poderosamente la atención la cantidad de árboles de morera que hay en las proximidades. Claro, que lo que buscamos no es el lugar donde se criaba al gusano (y que no se puede descartar como este su posible emplazamiento), sino la manufactura que realizaba el trabajo final (una vez acabadas todas las tareas para la extracción del hilo de seda).




2) En el lugar que ocupa la Estación de Renfe. Antonio Arjona Castro y Pedro Marfil Ruíz*, creen haber establecido su localización en las proximidades del yacimiento arqueológico de Cercadilla. Es más, identifican como la Basílica de San Zoilo a parte del mismo, todo ello siguiendo los Muqtabis y en especial el que hace alusión a la visita de Abd al-Rahman II (que aconsejo que consultéis*). Hay que aclarar que no sólo hablan de uno sino dos Dar al-Tiraz, uno de fábrica más antigua como núcleo primigenio; y otro de mayor tamaño que vino a sustituir al anterior. Un detalle... Observad la última foto en blanco y negro...son los restos de nuestro Tiraz aparecidos en las obras del tren de Alta Velocidad (AVE).




 Son interesantes las palabras del geógrafo Ibn Hawqal, que describen su visita a Al-Ándalus en el año 948: “Existe en la Península más de una manufactura textil o tiraz, cuyos productos se exportan a Egipto y, a veces, hasta los confines del Jurasán y otras partes… Córdoba es una ciudad grande, extensa, floreciente y rica. Su elevado bienestar se manifiesta en sus mantos y túnicas preciosas de lino fino y de seda hilada y tejida, en sus ágiles monturas y en sus variados comestible y bebidas”.

*“Posible localización de los restos arqueológicos del Dar al-Tiraz (Casa de tiráz) en Córdoba musulmana”. Autores: Antonio Arjona Castro y Pedro Marfil Ruíz. Localización: Boletín de la Real Academia de Córdoba de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes, ISSN 0034-060X, Nº. 147, 2004 , pags. 137-146

Núcleos sederos de Al-Ándalus.


Tejidos almorávides (1086-1147).

Durante el s. XII se fabricaron numerosos tejidos en Almería al estilo de Bagdad, a los cuales llama Gómez Moreno “baldaquíes”. Realmente son tejidos hechos con ligamento lampas, con una técnica especial de brochado de oro creando un efecto de panal. Son de un colorido de tonos suaves, rojo anaranjado para la decoración de algo de verde o azulado sobre fondo marfil.

Tienen las mismas características en cuanto a técnica y estilo ornamental, a base de grandes círculos dobles bordeados con cintas perladas, tangentes o enlazados dispuestos en filas que encierran parejas de animales: leones, grifos, arpías, águilas heráldicas, pavos, etc., afrontados o adosados y separados por una delgada palmeta. El espacio entre los dos círculos se decora con animales de escala más reducida, formando un marco circular muy característico de otros tejidos. Se conservan alrededor de cincuenta ejemplares, de los que sólo citaremos los más representativos.

La pieza que se puede fechar con seguridad es el tejido de la casulla de San Juan de Ortega, procedente de la iglesia de Quintanaortuño (Burgos), en la que se lee: “Asistencia de Dios para el emir de los musulmanes, Alí”, haciendo alusión al monarca almorávide Alí ben Yusuf que gobernó de 1106 a 1142 y perteneció después a San Juan de Ortega que murió en 1163. Esta pieza es clave para determinar la procedencia española de toda esta serie de tejidos, así como su fecha en la primera mitad del siglo XII. El tema principal de su decoración son leones espaldados apresando ciervos.


Otro tejido a destacar es el procedente del sepulcro de San Pedro de Osma, conservado en la Catedral de Burgo de Osma (Soria), que murió en 1109, decorado con parejas de leones que muerden a arpías. Lo más interesante es su inscripción que dice: “Esto es de lo hecho en Bagdad, guárdelo Dios”. Para algunos autores sería un ejemplar realizado en Bagdad, pero Sheperd opina que se trata de una copia de tejidos de esta ciudad, o incluso una falsificación para encarecer estos textiles, pues de hecho hubo disposiciones que prohibían poner falsas inscripciones en los tejidos durante los siglos XI y XII, según Al-Saqati. Sin embargo, la grafía ofrece elementos propiamente hispanos, pero sobre todo la técnica y colorido son exactamente los mismos que los de las otras piezas de esta serie, por lo que podemos estimar, que esta pieza fue realizada en los mismos talleres, seguramente situados en Almería, donde según Al-Himyari se hicieron tejidos figurados con círculos en la época de los almorávides.


Otros tejidos importantes son el llamado del “estrangulador de leones”, en el Museo de Barcelona y los procedentes del relicario de Santa Librada en la Catedral de Sigüenza.



(España y Portugal en la Ruta de la Seda).

Tejidos almohades (1147-1269).

Según Ibn Jaldun, «los almohades durante el primer período de dominación no adoptaron esa institución (del tiraz), puesto que se regían por el ideal de piedad y sencillez que habían aprendido del imán Muhammad al-Mahdi ben Tumart. Se mostraban reacios a vestir seda u oro. Así pues, el cargo de inspector del tiraz quedó suprimido en su corte. No obstante en la última época de esta dinastía, sus descendientes adoptaron, en cierto modo, este uso [...]». Ésta sería la causa de que existan menos ejemplares del segundo tercio del siglo XII. A finales del siglo XII van apareciendo los tejidos realizados para los reyes Alfonso VIII y Leonor de Inglaterra, fundadores del monasterio de las Huelgas de Burgos, en 1187, en cuyo panteón real fueron enterrados, junto a sus hijos, como los del infante don Sancho. Igualmente los de María de Almenar, hija de Armengol, el Castellano, dama que vivió en la corte castellana y a la que pertenecen espléndidos tejidos, que relacionaremos con otros como los de las vestiduras litúrgicas de Ximénez de Rada.
Capa de Alfonso VIII

Capa de Alfonso VIII
Almohada de Leonor de Inglaterra

Detalle de la almohada de Leonor de Inglaterra
 La dalmática de este conjunto era, como solía en este tipo de piezas, blanca. Ésta se realizó con seda natural de color blanco amarillento, por el paso del tiempo quizá, labrado con filas de roleos vegetales que se enroscan y terminan en cogollitos contrapuestos. En los interespacios vemos estrellas de cuatro puntas y un ataurique menudo. Estos motivos ornamentales pudieron tener su antecedente en los que decoran la superficie de los ciervos de bronce califales con ornamentación incisa muy similar, que los expertos en estas esculturas de bronce describen siempre como simulando el sentido textil. El tejido con ligamento lampás ofrece un aspecto adamascado, en el que se destaca la ornamentación de las tramas blancas de la seda sin torsión sobre el blanco del fondo, y es a lo que llamarían diaspro en los documentos medievales del griego diaspron dos veces blanco (Francesque Michel se basa en el color blanco para establecer esta etimología, que recoge Alfau, 1969, págs. 118-120, para los tejidos del siglo XIII, esta autora piensa que se trataría de alguna particularidad técnica, pues también los había de colores). Aunque también figuran diaspros de colores. Hay otros tejidos que muestran este mismo tema de roleos como el del ataúd del infante don Sancho (1181) en las Huelgas de Burgos, pero éste es en color grisaceo. En las zonas centrales del delantero y espalda de la parte inferior de la dalmática hay guarniciones rectangulares cosidas de otro tejido con técnica taqueté, decoradas con círculos brochados de oro y bordeados de líneas concéntricas de color negro y palmetillas del mismo tono. Dos franjas donde se lee la palabra árabe en cúfico al-yumn (la felicidad), escrita de forma simétrica sirven de marco a otro diseño de medallones de cuatro lóbulos con lazo en las esquinas y estrellas de ocho puntas. Este tejido se asemeja al de la almohada de María de Almenar hacia 1200, en las Huelgas de Burgos y el del obispo de Compostela Bernardo que ejerció su episcopado entre 1225 y 1235. Las mangas son anchas y van ornamentadas con unas franjas de 25 cm en las bocamangas con un tejido de similares características y la invocación árabe en cúfico que dice: Rahman Clemente, refiriéndose a Alláh. La parte superior del pecho y de la espalda se decora con una franja de 7 cm. Donde se lee la palabra baraka (bendición). La ornamentación se completa con estrechos galones, hechos en telar de cartones, alrededor del cuello y la abertura de hombros, y que descienden perpendicularmente en el delantero y la espalda. El alba de Ximénez de Rada es de lino natural color crudo con ligamento tafetán o lienzo, e iba ornamentada en los puños, y también con dos guarniciones cuadrangulares, de 54 cm por 18 cm, que enriquecían la pieza, en las zonas centrales inferiores del ornamento, la de parte delantera, falta actualmente y se conserva la otra simétrica en la parte posterior de la misma. Esta guarnición está formada por un tejido con dos filas de círculos dorados bordeados de seda azul, de dos tamaños, creando un esquema cuadrado por medio de una palmetilla azul oscuro. El ligamento es el lampás con brochado de nido de abeja en los círculos y estrellas en los intersticios, igualmente brochadas con espolín y franjas con inscripciones; y se considera una derivación de los círculos almorávides que contenían elementos figurativos cada vez más esquemáticos y han dado paso al esquema cuadrangular con adornos de discos dorados en las esquinas, en la época almohade (Martín i Ros, 1999, pág. 33). Este tejido de la guarnición del alba continúa con una zona en taqueté con diseño de granadas y alif o ápices de letras cúficas. Los puños del alba se adornan con un tejido del mismo tipo taqueté, con franjas de elementos vegetales, combinadas con inscripciones cúficas que dicen alyumn (la felicidad), y de círculos con rosetas.
Almohada de María de Almenar

Detalle de la almohada de María de Almenar

Vestimenta de Ximénez de Rada

Calzas de Ximénez de Rada
Las vestiduras del arzobispo don Rodrigo Ximénez de Rada se asemejan técnica y ornamentalmente con otros tejidos anteriores, como el del infante don Sancho (1181) y como la almohada de María de Almenar, en las Huelgas; a las del obispo compostelano Bernardo (1225-1235), enterrado en Santa María del Sar, de Santiago de Compostela (Villaamil y Castro, 1907); y al paño de doña Mencía de Lara del monasterio de San Andrés del Arroyo (1227) (González, 2005). Estas semejanzas nos permiten suponer que no fueron regaladas por el sultán o emir de Granada a san Fernando y que éste, como homenaje póstumo, se las regalara a su vez al arzobispo, que como hipótesis pensaba el marqués de Cerralbo y se viene repitiendo como cierto, sino que fueran adquiridas en una época anterior, dentro del primer tercio del siglo XIII, al comercio existente de piezas de lujo, coetáneas a los tejidos de las Huelgas. La veneración de las reliquias de san Valero en el siglo XIII hace que en la catedral de Roda de Isábena (Huesca) se realice un terno completo para celebrar la fiesta del santo, en el siglo XIII, posteriormente es llevado a la catedral de Lérida en el siglo XV para restaurarlo y se adapta a la nueva modalidad de indumentaria litúrgica de ese momento, de ahí que se cortaran algunos trozos que hoy están repartidos en diferentes museos. En este estudio tenemos seis fragmentos, dos de ellos pertenecientes a las dalmáticas, otro a la capa, así como otros tres a la casulla, del Instituto de Valencia de Don Juan. Tras las restauraciones de hace unos años en la Fundación Abegg de Berna, se conservan las piezas en el Museo Textil y de Indumentaria de Barcelona.
Tejidos de San Valero

Tejido de San Valero

Tejido de San Valero

Pellote de Enrique I
En la dalmática de san Valero, del Instituto Valencia de Don Juan, la ornamentación se crea a base de unos cuadrados, configurados al cruzarse de forma transversal unas bandas estrechas de lacería de oro sobre fondo azul celeste intenso. El interior de los cuadrados se llena con estrellas o rosetas lobuladas de lazo de ocho puntas. En cada esquina de los cuadrados hay unos puntos dorados, como si se tratase de unos clavillos de oro de una obra de orfebrería. En las intersecciones de los cuadrados se dibujan pequeños cuadraditos de seda verde, que podrían recordar esmeraldas, ofreciendo un aspecto general de labor de orfebre, por la finura de las líneas doradas entrecruzadas bordeadas de seda roja. El diseño de este tipo de estrellas o rosetas lo podemos ver desde los mármoles califales, como en uno con el nombre de al-Hakam I (Gómez Moreno, 1951, fig. 242), o en la decoración de arte taifa de la Aljafería de Zaragoza del museo de Zaragoza, (Gómez Moreno, 1951, fig. 298d). Otro ejemplo de ese tipo de rosetas lo encontramos en un tablero del almimbar de la mezquita de los andalusíes de Fez, especialmente los del respaldo, al-Andalus. Finalmente, hemos aludido al aspecto metálico de estas piezas por el oro utilizado, recordando igualmente los diseños de las decoraciones geométricas miniadas en coranes de la época almorávide y almohade hechos tanto en Córdoba, Valencia o Sevilla, como en el norte de África (S. Khemir, 1992). La capa de San Valero se conserva igualmente en el Instituto de Valencia de Don Juan. Sobre fondo blanco, vemos rectángulos alineados a modo de sillares que contienen en una fila rosetas estrelladas de ocho lóbulos formadas por el entrecruzamiento de segmentos de circunferencia, algunos de los cuales se prolongan y llenan las esquinas de lacería, el centro lo ocupan flores de ocho pétalos, blancas. La otra fila de rectángulos contiene lacería formada por cinta con base de lazo de ocho, sobre pequeños fondos verde, azul y blanco, y en el centro una roseta de ocho pétalos. Alternan en filas los dos diseños, creados por cintas de oro con perfiles rojo. Podemos ver una similitud en la disposición de estos motivos con los que decoran el almimbar de la gran mezquita de Argel. Incluso en la mezquita de Córdoba vemos en los pilares delante del mihrab unos cuadrados con dos tipos de estrellas similares a los de este tejido. Pero donde la similitud ornamental es mayor es con los diseños de miniaturas de coranes de épocas almorávide y almohade, utilizando los mismos motivos con iguales colores y oro, realizados en Valencia y Sevilla. La semejanza técnica y ornamental con el tejido de la cruz que adorna el ataúd de Enrique I (1217) en las Huelgas, como ya había señalado Gómez-Moreno, nos hace adelantarlo de fecha hasta los primeros años del siglo XIII e igualmente la semejanza técnica con el tejido de las músicas del Archivo de Vich, que estudiamos a continuación, hace adelantar la fecha de esta pieza. El tejido de las músicas, también del Instituto de Valencia de Don Juan, presenta sobre fondo color rojo un diseño con cintas de oro filas de círculos, de dos tamaños, enlazados. Los círculos mayores son de 8 cm de diámetro con el fondo dorado, contienen parejas de figuras femeninas sentadas de frente y tocando una pandereta. Las músicas están dispuestas simétricamente y sirve de eje una lámpara de mezquita de color blanco, que cuelga de la parte superior del medallón. En la plataforma, las caras de las figuras femeninas y las manos son blancas. Los caftanes o túnicas son verdes, rojos y azul marino, respectivamente, con crucecitas doradas, típico de los talleres andalusíes, desde tejidos lampás del siglo XII. Las panderetas son doradas con perfiles rojos. Los círculos menores, de 4 cm, contienen lazos de ocho puntas, dorados sobre fondo blanco y una pequeña estrella en el centro. En cuanto a la técnica es la misma que la de varios tejidos documentados de principios del siglo XIII, como el de la cruz del «forro del ataúd de Enrique I de Castilla», que falleció en 1217, en el panteón real de las Huelgas de Burgos. Así como la capa del terno de san Valero, procedente de la catedral de Roda de Isábena (Huesca). La decoración, aunque es de reminiscencia persa, también aparecía ya en los marfiles califales, este tema de círculos con dos figuras en el interior sentadas sobre plataformas y tocando instrumentos musicales. Lo típico del siglo XIII es la creación de marcos circulares y las estrellas de ocho puntas, a base de cintas que forman lazos entrecruzados, el colorido de fondo rojo entronca con lo nazarí. Piezas afines en lo decorativo, pues están ejecutadas con técnica de tapiz, son la almohada de la reina Berenguela de Castilla, en las Huelgas (1246), y el tejido del obispo Gurb de la catedral de Barcelona, hoy en varios museos, se atribuyen al primer tercio del siglo XIII, así como el de las damas que brindan levantando sus copas del Cooper Hewit Museum de Nueva York. Todas estas figuras estarían relacionadas con escenas del banquete celestial. Hay que recordar que en al-Andalus fueron famosas las mujeres músicas de Úbeda. Estos tejidos de las músicas con panderetas, unas quince piezas, que proceden de la catedral de Vich, fueron aparentemente cortadas de un tamaño circular para colocar debajo de las grandes protuberancias circulares de los libros de coro y se encontraron entre las hojas de un manuscrito del siglo XIII de Vich y las adquirieron coleccionistas europeos y americanos. El Instituto Valencia de Don Juan compró cuatro fragmentos a don Apolinar Sánchez Villaba en 1928 al precio de 10.000 pesetas, cifra significativa para aquella época, lo que nos da una idea de la valoración de este tejido entonces. Finalmente está el fragmento de guarnición del paramento de técnica de tapiz de la dalmática de san Valero. Este pequeño fragmento está cortado con tijeras del paramento cuadrangular que adornaba una de las dos dalmáticas del terno de san Valero, como guarnición hecha con técnica de tapiz en el mismo telar, curiosamente se puede observar que tiene algún componente diferente, como el té negro para el tono beis, al del tejido con ligamento seudolampás, del fragmento de la dalmática del Instituto de Valencia de Don Juan, por lo tanto pertenecería lógicamente a la otra dalmática. Está decorado sobre fondo de oro, con cintas muy finas de lacería blanca que forman estrellas de ocho puntas y medallones polilobulados. Las lacerías se asemejan a las que decoran las yeserías del salón de la Chimenea, en el palacio de la Aljafería de Zaragoza de arte taifa, como posible antecedente ornamental. La cenefa siguiente muestra otra lacería de dos cintas que se cruzan, y la tercera franja muestra parte de la inscripción, que dice: «[...] Al- Daim-wa-al- Yumn [...]» ([...] continua y la prosperidad [...]), en color rojo en caracteres thult andalusí. Son palabras de buenos deseos de felicidad y salud continua para el que lo lleva, frecuentes en este tipo de guarniciones de tapicería, como otro de este mismo Instituto, perteneciente a otra pieza, y procedente de la colección Soto Posada de Cangas de Onís (Asturias). La pieza fechada más antigua de esta serie es la de la almohada de la reina Leonor de Aragón en las Huelgas de Burgos, 1244, aunque ya aparece en las dalmáticas de san Valero, que por la técnica del tejido al que decoran y que forman parte de las mismas urdimbres.

CRISTINA PARTEARROYO LACABA
Instituto Valencia de Don Juan.

La Alcaicería granadina.
 El término árabe al-qaysariyya dio en castellano la palabra alcaicería; procede del término latino caesar, que a su vez proviene del griego, y designaba un mercado imperial o del César. Esta denominación hace referencia al emperador Justiniano, que concedió al pueblo árabe el derecho al comercio de la seda. Este tipo de construcción se designa en Oriente mediante la palabra persa khân, posada de caravanas. Se entiende por alcaicería un conjunto de comercios que pertenecen al patrimonio real y que se dedican principalmente a la venta de la seda y otros tejidos de gran valor importados de Oriente. Entre las ciudades que poseen una alcaicería, están Granada, Córdoba, Sevilla o Toledo. Se las llegó a comparar por su importancia a la Alcaicería de Fez, aunque la de la ciudad marroquí es de mayor tamaño. 
 Se calcula que la Alcaicería de Granada se construyó en los siglos XIV-XV. Las primeras referencias que se tienen al respecto las encontramos en una carta del monarca Abû Nasr Sa‘d en la que se realiza la venta de dos tiendas situadas en ese lugar. El espacio que ocupaba este laberinto comercial era mucho mayor que el que ocupa actualmente; se extendía desde el muro de la qibla de la mezquita hasta la plaza Bibrambla al oeste. Al sur, se extendía hasta la calle Saqqâtîn (de los ropavejeros) y al este hasta la calle Darbalcata (de los tintoreros). El recinto se dividía en dos zonas, por un lado la zona occidental ocupada por las aduanas y la administración, y por otro la zona oriental que contaba en total con unas 200 tiendas que daban a callejuelas estrechas o plazoletas. Los negociantes de la seda estaban en la calle principal, que atravesaba esta segunda zona comercial por el al-qantara al-jadîda (“puente nuevo”) sobre el Darro y que desembocaba en el funduq al-jadîda (actualmente el Corral del Carbón), la lonja de trigo. 
 Este espacio se abría al exterior por una decena de puertas distribuidas entre los cuatro puntos cardinales que se cerraban al público al anochecer; además todas las tiendas y sus mercancías quedaban bajo la vigilancia de guardias y perros. 
 El gobernador de la Alcaicería era nombrado directamente por el gobernador de la Alhambra, pertenecía siempre a la nobleza y residía en el recinto comercial. Se encargaba de dirigir la vigilancia del recinto, del control de los horarios de apertura y cierre, y también del mantenimiento del lugar mediante inspecciones diarias. En cuanto a las tiendas, hubo hasta 200, todas de pequeño tamaño con una única puerta abatible, pintada de ocre rojo, que servía también de persiana para proteger las mercancías de la lluvia y el sol. En aquella época destacaba ya el pavimento de mosaico con motivos románicos y árabes. 
 Después de la conquista de Granada por los Reyes Católicos, se decidió seguir con la actividad de la Alcaicería, ya que el comercio de la seda y de las telas de lujo constituía una importante fuente de ingresos. Existen documentos históricos de viajeros europeos del siglo XVI al XVII que relatan cómo se desarrollaba esta actividad: había aumentado, en particular, la gama de productos y disminuido progresivamente el número de tiendas. 
 Las inundaciones de 1478 causaron importantes destrozos y pérdidas materiales; el incendio de 1843, que se originó en una tienda de fósforos, destruyó completamente el conjunto. Las obras de reconstrucción y de restauración fueron muy rápidas, se modificó el trazado de las calles para darle una mayor simetría, en detrimento de su estilo original, confiriéndole el aspecto neoárabe característico de las restauraciones del siglo XIX que encontramos en los monumentos nazaríes.
Qantara.

El arte de la seda en el Reino de Granada. Del esplendor a la decadencia.
La cría y producción de seda en el Reino de Granada la introdujeron los árabes tras la invasión. Siguió siempre las pautas que ellos establecieron, llegando a ser con el tiempo uno de los artículos más valorados y de mayor proyección internacional del reino nazarí. Es la época de mayor esplendor, hay varios motivos para ello:

- La extensión del reino y su terreno, de mejor calidad y menos áspero, que los de Valencia o Toledo, lo hacía más a propósito para los morales y moreras y por lo tanto su seda se apreciaba más.

- Desde la baja edad media existía una “ruta de la seda granadina” que llevaba la fibra desde los puertos de Málaga y Almería, a través de Valencia, con destino a Génova. Los principales centros sederos italianos (Florencia, Venecia, Génova…), carentes crónicamente de materia prima, acudían a las áreas que hasta entonces constituían mercados de adquisición de finos y ricos tejidos, elaborados respetando la más fiel tradición islámica. Alrededor de 1393 se amplía la ruta, por vía terrestre desde Barcelona a Montpellier y París. Génova y Flandes son los principales destinos de la seda nazarí.

- Más adelante los moriscos, tomaron el relevo. Sus mujeres tenían fama de expertas hilanderas y tejedoras.

- Creación de un poderoso gremio artesanal para ejercer los oficios relacionados con el arte de la seda, tanto a lo ancho, como a lo angosto (pasamanería, cintas, etc.)

- A lo largo de los siglos XVI y XVII, había un importante censo de talleres, la mayor parte en las calles Santa Escolástica, Molinos y bajo Albaycín.


- Para conseguir el título de maestro, imprescindible para ejercer el oficio y tener aprendices y oficiales a su cargo, había que sufrir un duro examen en la Real

Audiencia y Chancillería de Granada, ante un tribunal de expertos, veedores y alcaldes, demostrando profundos conocimientos en todo el proceso de cría y producción de la materia prima y de la elaboración en los telares, así como experiencia, pericia y arte (hiladores, tintoreros y tejedores).

Causas de la asombrosa decadencia:

- La inicia la tala y quema masiva de árboles durante el sitio de Granada.

- Preeminencia de la ganadería (pastos libres).

-Prohibición de plantar moreras por ser la seda resultante de peor calidad que la del moral, sin embargo es un árbol más duro y adaptable.

- Prohibición de plantar cualquier árbol de regadío

- Expulsión de cien mil familias moriscas: labradores, criadores y comerciantes de seda.

- Impuestos desorbitados en general a los criadores y productores (más del 60% en tiempos de Felipe V).

-Trabas en la comercialización: no era libre, sino a través de las alcaicerías se entregaba la mercancía a los jelices y se subastaban en pública almoneda, contentándose con lo que les entregaban los corredores arbitrariamente.

- Finalmente, se encabezó (impuestos) a los pueblos por cierto número de morales y onzas de simientes de gusano y se les obligaba a pagar de mancomún los derechos de las libras de seda que los rentistas habían calculado en sus oficinas que debían producir: 1 árbol = 10 arrobas de hojas. 50 arrobas de hojas = 1 onza de simiente = 4 libras de seda fina y 2 libras de seda basta.

A la monarquía le interesaba mucho comprender y paliar la decadencia de este “fruto preciosísimo”, fuente de una importante recaudación, por lo que al fin, se comenzó a promulgar leyes para reactivar y proteger su cría, producción y comercialización. Se inicia así una segunda época de cierto auge durante los siglos XVII y XIX.

- Ley de 21 de junio de 1747:

· Establecer la Compañía Real de Fábricas y Comercio de Granada (“Compañía Real de Granada”).

· Comprobaron que no existía en todo el Reino de Granada ni la centésima parte de los morales entregados por censo real a los repobladores después de la Conquista.

· Nombrar un Juez Conservador de la Compañía y especialmente del plantío de moreras.

- Real Decreto de 24 de julio de 1776:

· Cesar los encabezamientos, perdonando a los pueblos sus deudas.

· Rebajar los impuestos.

· Extinguir los oficios de jelices y conceder libertad a los dueños para comerciar por sí mismos.

· La Junta General debía cuidar del buen hilado y calidad de la seda.

· Promover el plantío de moreras y morales.

- Comisión de la Junta para el fomento de la seda.

- Real Cédula de 16 de marzo de 1778:

· Prohibición de entrar el ganado a pastar en tierras de nuevos plantíos.

A estas leyes le siguieron otras en la misma línea, pero llegaron tarde, jamás se logró remontar el declive iniciado tras la Reconquista, fueron años, siglos de abandono. Todo lo relacionado con el “arte de la seda” terminó por desaparecer. El Archivo de la Real Chancillería cuenta con importantes documentos sobre esta parte de nuestra historia. Forman parte de pleitos, o de la Colección que sobre la seda se ha ido acumulando a lo largo de los años con documentos de distintas procedencias.
  



ALCAICERÍA: En el Reino de Granada, era una aduana o casa pública donde los cosecheros presentaban la seda para pagar los derechos establecidos por los reyes moros.

JELIZ: Tratante, oficial que en las tres alcaicerías del Reino de Granada, y con la fianza de 1000 ducados, estaba nombrado y autorizado por el ayuntamiento para recibir, guardar y vender en almoneda o subasta pública la seda que llevaban personas particulares, y para cobrar y percibir los derechos que por tales ventas devengaban para los propios de la ciudad aquella mercancía.

ALMOTACÉN: Fiel de la seda, persona que contrastaba oficialmente las pesas y medidas, vigilaba los mercados y señalaba precios diariamente.
Beatriz de Miguel Albarracín. DM 09
© Archivo de la Real Chancillería de Granada.

Tejidos del período Nazarí (1238-1492).
 

Durante el siglo XIII de la etapa nazarí hay una evolución lenta en el aspecto ornamental, con respecto al período final almohade, lo que hace llegar a decir a Gómez Moreno que el siglo XIII vive más de lo nuestro sin influencias extranjeras en las artes suntuarias. Así ocurre con la capa del infante don Felipe de Castilla y León, anterior a 1274, fecha de su muerte, de la que existe en el Instituto de Valencia de Don Juan un fragmento (n.º de inventario 2069). Los temas ornamentales se distribuyen en tres bandas paraleles en sentido horizontal. En la central se lee la palabra árabe «baraka» (bendición), escrita en caracteres cúficos, con los álif terminados en medias palmetas y aparece dispuesta simétricamente con simetría de espejo de derecha a izquierda y de forma invertida. Este tipo de bandas con escritura simétrica se da por primera vez en el tejido de la indumentaria de la reina Leonor de Aragón (1244), en las Huelgas de Burgos. El diseño mayor en la amplitud del tejido muestra medallones de ocho lóbulos, con unas aspas en el interior. La banda del lado superior contiene estrellas o medallones formados por segmentos cuadrados y lobulados, con cuadrados en su interior e inscritas unas flores de cuatro pétalos; en los espacios intermedios se crean unas crucetas con estrellas de ocho puntas y atauriques. Las bandas están separadas por finas líneas de tramas rojo y marfil formando rayas; y otra de estas cenefas crea un ajedrezado. Los colores son oro, marfil y azul, formando un ligamento taqueté. El diseño es muy similar al de la casulla de san Valero. De igual fecha es el Pellote del infante don Felipe o sobretúnica de amplias sisas, que llevaban tanto los caballeros como las damas en la Edad Media, estaba forrado de piel de conejo o de marta y de ahí viene su nombre del latín pellis (piel). El tejido está decorado con una red de lacería geométrica que crea estrellas de ocho puntas, que contienen rosetas de ocho lóbulos. En los interespacios se forman, a su vez, otras pequeñas estrellas de ocho puntas con ataurique cruciforme en el interior. Este tipo de ornamentación la vemos muy similar en un mármol califal procedente de Málaga que figura en el Ars Hispaniae, v. III, f. 242 c. que podría ser el precedente ornamental. El pellote termina en franjas ornamentales que decoran la parte inferior del mismo, dos de ellas con inscripciones cúficas que dicen al-yumn, la felicidad, con simetría que sirve de marco a la central, con cuatrilóbulos y estrellas de ocho puntas, así como unas listas de colores con pequeños discos de oro. Es muy similar al pellote de Leonor de Aragón, anterior a 1244, procedente de su ajuar funerario, uno de los mejores conservados en el Panteón Real de las Huelgas de Burgos. Lo que nos ofrecería una fecha entre 1244 y 1274 para este del infante don Felipe. De este período es igualmente la casulla de san Valero (tejidos Almohades), del Instituto de Valenciade Don Juan (n.º de inventario 2080). Muestra filas de medallones de ocho lóbulos con unas aspas en el interior y, en los espacios intermedios, estrellas de ocho puntas rodeadas de finos roleos y atauriques, todos estos temas ornamentales se realizan en oro sobre el fondo azul celeste intenso. Esquemas similares se encuentran en el paño funerario de doña Mencía de Lara, que murió en 1227, abadesa de San Andrés del Arroyo (Palencia); y en la casulla de Ximénez de Rada, 1247, aunque en estos dos tejidos el diseño destaca de forma adamascada y es en lampás blanco sobre el fondo del mismo color. De tal modo que en los de la casulla del terno de san Valero y capa de don Felipe son más ricos por el empleo del oro abundantemente, y la técnica de taqueté en que está realizado todo el tejido, también serían un poco posteriores. Otros fragmentos son el de «las estrellas con parejas de leones en el interior» y el de «bandas con inscripciones árabes cúficas», muy deterioradas en su base, que dicen alyumn (la felicidad), o la prosperidad, como se observa en los fragmentos bien conservados de esta casulla, igual que en la capa del infante don Felipe. En torno a esta época existe una serie de tejidos mudéjares, hechos por encargo de los reyes y la nobleza a los talleres andalusíes o posiblemente también a talleres de Castilla. Es el caso de un grupo de tejidos realizados con la técnica denominada en los inventarios medievales pannus de areste, draps d’areste, cloth of areste y ad spinum piscis, por su labrado con aspecto de puntas de diamante para el fondo y los motivos decorativos diseñados en forma de espina de pez; donde vemos animales, temas vegetales y geométricos, así como escudos heráldicos. Fueron identificados por King con los tejidos citados en dichos inventarios, sin saberse su origen. El hecho de haberse encontrado en el Panteón Real de las Huelgas de Burgos numerosos ejemplares desde finales del siglo XII y durante el XIII hizo pensar a los historiadores y estudiosos de la técnica textil, como Vial y sobre todo Desrosiers, que se trataba de tejidos realizados en talleres españoles, hechos por encargo de la casa real de Castilla, como el de Alfonso VIII, anterior a 1214, decorado con castillos de oro sobre escudetes rojos; o el de la cofia de Enrique I, c. 1217, diseñado con calderos pertenecientes a la familia de Alvar Núñez de Lara, miembro de la nobleza castellana y tutor del joven rey.
Cofia de calderos
El más antiguo parece ser el hallado en el reconditorio del «Cristo 1147», hoy en el Museo de Indumentaria de Barcelona, realizado en torno a esa fecha de 1147. A este grupo pertenece el tejido de arista de los leones rampantes. Este fragmento del Instituto de Valencia de Don Juan, con franjas de leones afrontados en azul celeste intenso sobre amarillo pajizo, y a la inversa, es de doble cara, pertenece a esta serie y forraba una arqueta de marfil hispanomusulmana de don Alejandro Pidal. Shepherd (1958) por el tema de ornamentación de alguno ellos de tipo musulmán, como las estrellas, de ocho puntas e inscripciones árabes, junto con otros elementos cristianos e incluso heráldicos y su disposición a tresbolillo, repetitiva como los de tipo musulmán, los denomina mudéjares. Martín i Ros (1992) los identifica como de talleres almohades andalusíes. El tipo de tejido que se observa en la capa del abad Biure, abad del monasterio de San Cugat del Vallés (Barcelona), del que se conserva un fragmento en el Instituto de Valencia de Don Juan (n.º de inventario 2057), fue denominado medias-sedas por Falke, que los atribuía a Regensbourg (Alemania), por existir un tejido de este tipo en su catedral; y filosedas por Gómez Moreno, están hechos con cáñamo para la urdimbre interna y lino para el hilo interno del oropel y solamente seda para la urdimbre de ligadura y la trama ornamental, con ligamento samito.
Capa del Abad Biure.
Shepherd sugería que estos tejidos pudieron ser hechos por tejedores mudéjares en Castilla, tanto por los materiales utilizados, el oropel rebajado con plata y el escaso uso de la seda dejándola sólo para la decoración, y no para la parte interna del tejido; pues esa fibra sería más difícil de conseguir que en al-Andalus, donde se producía, como por la temática pues se trata de imitaciones toscas de los lampas almorávides, con círculos y parejas de animales: pavos, leones, águilas y grifos. En estas filosedas se incluyen bandas de escritura pseudocúfica, como recuerdo de la escritura andalusí, pero realizada por alguien que no conoce o no escribe bien esa lengua. Asimismo, Shepherd sugería que al igual que se trajeron alarifes de al-Andalus para hacer las yeserías del claustro de San Fernando de las Huelgas de Burgos, decoradas con estos mismos motivos entre 1230 y 1260, se pudieron traer tejedores a esta ciudad, donde se conserva un grupo de tejidos de indudable afinidad, seis forros de ataúd en el museo de las Huelgas, todos del siglo XIII. Así como la almohada de Sancho IV, en la catedral de Toledo; o el del paño que cubría el cuerpo de Alfonso X, en la catedral de Sevilla, y el forro del ataúd del infante Alfonso (1291), hijo de Sancho IV, en Valladolid. La prueba de que estos tejidos eran hechos de encargo para la casa real de Castilla y León, es el tejido con escudos de castillos y leones, de la indumentaria del infante Fernando de la Cerda, hijo de Alfonso X, que murió en 1275. Estos tejidos de considerable grosor fueron también utilizados para otras piezas de indumentaria religiosa como la dalmática d’Ambazac, cuyo estudio y análisis técnico realizado por Shepherd y Vial (Shepherd y Vial, 1978) determinaron la adjudicación a los talleres mudéjares de este grupo textil.
Ilustracion de la cama Sancho IV.
Almohada de Sancho IV.
Indumentaria de Fernando de la Cerda.
Finalmente tenemos los tejidos nazaríes, denominados también sedas de la Alhambra, siglos XIV y XV, por su semejanza con los diseños en yeserías y alicatados, que decoran el palacio nazarí granadino. Así, en el «tejido de las palmas» la decoración es de sebqa o red de rombos formada por palmas de hojas asimétricas, creando arcos, bajo los cuales se cobijan letreros cúficos, que terminan en lacería en la modalidad del cúfico anudado donde se lee la palabra alyumn (la prosperidad), escrita de forma simétrica. Las inscripciones se culminan en arcos lobulados creados por elementos vegetales. Las palmas se enroscan al final a dos hojas anilladas, que cierran el arco con trabillas. Los interespacios se llenan con unos motivos con puntas de diamante recordando las piñas nazaríes, se realizan en oro, así como las inscripciones. La técnica es la de los tejidos granadinos de la primera mitad del siglo XIV, donde se utiliza el hilo de oro para la decoración con un fondo rojo, del tinte quermes y el ligamento lampás con una urdimbre con efecto ornamental. La epigrafía es la típica del segundo cuarto del mismo siglo, según Fernández Puertas. En cuanto a la decoración de atauriques se asemeja a las yeserías del Alcázar Genil, así como a otras yeserías de la Alhambra de la época de Yusuf I, ya que todo el esquema decorativo se repite con ciertas variantes en las construcciones de este monarca (1333-1354), como en el palacio de Comares.
El tejido con inscripciones árabes y el lema «Gloria a nuestro señor el sultán» pertenece a una serie que se haría para uso de la casa real del sultanato nazarí de Granada, como podemos ver en las inscripciones, que constituyen el elemento principal de la decoración distribuida en bandas. En la central, vemos las frases diseñadas con una bella grafía en caracteres thulth andalusí, que dicen: «Izz limaulana al-Sultan» (Gloria a nuestro señor el sultán) alusivas a Yusuf III (1408-1417). La trama floral está en segundo plano respecto de la epigrafía y va unida por tallos en espiral, en ella se mezclan elementos clásicos de la flora nazarí, como las palmas de perfil y las hojas asimétricas, junto con otros temas vegetales de tipo gótico, como las clavellinas y las espigas que podemos ver también en otras obras nazaríes, como el azulejo de Fortuny, del Instituto de Valencia de Don Juan, donde aparecen, asimismo, las inscripciones alusivas a Yusuf III coincidiendo perfectamente la fecha y los elementos ornamentales de ambas piezas. Las franjas siguientes tienen otras inscripciones en nashji donde dice: «Nuestro señor el merecedor de la generosidad y la nobleza, el nieto de nuestro señor el afortunado», según Yousuf epigrafista de la Universidad del Cairo. Las bandas restantes muestran almenas escalonadas igual que en los frisos de alicatado y yeserías de la Alhambra. El precedente ornamental y técnico pudo ser el diseño de los tejidos que se importaban de Asia central, por vía comercial, o a través de embajadas como la de Ruiz Gómez de Clavijo al Gran Tamerlán, una de estas piezas decorada con bandas de inscripciones cursivas y otras con palmetas y lotos realizadas en lampás de seda azul e hilos de oro, se puede ver en el forro de ataúd del infante Alfonso de la Cerda que murió en 1333 y se conserva en el Museo de las Huelgas de Burgos, procedente de su sepulcro (Partearroyo, 1992, 336).
Fragmento del forro del ataud del Infante Alfonso de la Cerda.
Aunque el parecido es aún mayor con otra pieza textil, con la que se realizó la dalmática del Museo de Arte e Historia de la Cultura de Lübeck (Alemania) (1350-1400). El efecto es similar por la policromía parecida en ambas, pero la dalmática resulta espectacular por el uso del oro. En los talleres granadinos se dejaría de usar por resultar caro y se fue sustituyendo por seda amarilla o blanca, como en esta serie de tejidos, posiblemente para las piezas destinadas al comercio. Hubo otros tejidos de esta serie realizados con una técnica lampás, pero de tipo ligeramente fruncido que podrían intentar recordar más de cerca a los de Asia central. Una pieza de gran tamaño de esta modalidad técnica de taller nazarí se usó en el interior de la indumentaria de la imagen de una virgen vestidera o de las de vestir, en Cabrejas (Valladolid), del siglo XVII, que ha sido hallada recientemente y me fue dada a conocer por su descubridor Ramón Pérez de Castro, el historiador de la Universidad de Valladolid que estudiaba el retablo de la iglesia. Según éste pertenecería posiblemente al señorío de los Manuel, que es la familia de la nobleza más destacada de esa zona. Las dos piezas nazaríes que estudiamos debieron pertenecer al entorno de los sultanes, y formarían parte de los palacios nazaríes con los que harían juego como adornos para el mobiliario en forma de cortinas, almohadones, etc., o para uso personal, sin duda hechas en el taller real o tiraz nazarí, utilizando el tinte quermes, el hilo de oro; y ya en el siglo XV se sustituye el hilo de oro por la seda amarilla que produce el mismo efecto y resultaba más barato el tejido, posiblemene teniendo en cuenta el comercio y la exportación de los productos de lujo a la España cristiana. Podemos apreciar el gusto hacia estos tejidos por parte de la Iglesia que compró tejidos similares para realizar los ornamentos litúrgicos. Así como por parte de la nobleza, como en el caso de los condestables de Castilla, don Pedro de Velasco y doña Mencía de Mendoza, que regalaron un tejido con estas inscripciones de 110 cm de ancho de telar por 386 cm de largo, para realizar una capa pluvial para el culto de su capilla en la catedral de Burgos, donde se conserva. Otras piezas conocidas son la casulla del Castillo de Caravaca (Murcia) con el mismo lema, pero con el nombre de Yusuf I (1333-1354), según Amador de los Ríos; y la casulla del museo de Antequera, según la tradición, fue realizada con una bandera ganada a los musulmanes en la batalla del Chaparral en 1424.

CRISTINA PARTEARROYO LACABA
Instituto Valencia de Don Juan.

El capricho de Cortés.
 
  
 A la hora de investigar los restos de las valiosísimas cepas oriundas de nuestra península, no debemos pecar de excesiva acotación y olvidar que gran parte de los animales domésticos, han acompañado al hombre allá donde su sino le ha guiado. Esta es la historia de cómo la sericicultura española arribó al recién conquistado Imperio Azteca.
 Hernán Cortés (Monroy Pizarro Altamirano) conquista, con las reticencias de Diego de Velázquez gobernador de Cuba, un vasto territorio de centro América en un lapso de tiempo relativamente corto, tres años (1518-1521). En una de las ciudades, donde reclutaría apoyos para la definitiva caída de la capital azteca Tecnochtitlan (México capital), establece temporalmente su residencia, impulsando la creación de nuevas industrias y explotaciones agrícolas para enriquecimiento de su hacienda. Hablo de Cuauhnauac (que en lengua utoazteca viene a significar “junto o rodeado de árboles”) la actual Cuernavaca capital del Estado de Morelos.

  Tras su vuelta en 1523, después de someter a los últimos de Cuauhnauac, dispone todo lo necesario para la construcción de un palacio donde habitará su esposa Juana de Zúñiga (1526).
Palacio de Cortés.
Catedral de Cuernavaca.
  Tenemos constancia de la petición que hace en 1522 de moreras a Cuba para su encomienda de Cuernavaca (parte de su posterior marquesado del valle de Oaxaca) y la reiteración de dicha solicitud en el año siguiente (1523). De esta manera comienza el plantío de árboles en Tetecala y Ocotepec, para probar su desarrollo. Durante 1523 y 1524 trae simiente de gusano proveniente de España procurando su aclimatación. Pero los primeros intentos no fructificaron dada la tardanza de crecimiento de los árboles y la posterior muerte de muchos de los gusanos. Pero Cortés no cejó en su empeño, continuó plantando moreras. En 1530 se hizo cargo una especialista española que no consiguió gran cosa. Tendríamos que esperar a 1540, estando ya en España el conquistador, cuando su primo y apoderado Juan Altamirano recibe la tarea de conseguir seda en el Nuevo Mundo. Éste talará y replantará jóvenes árboles, además de contratar la ayuda de un nuevo experto, Cristóbal Mayorga (1545). Bajo su dirección aumentó considerablemente la extensión de cultivo de moráceas y se construyó una casa de campo en Yautepec, solar para el cuidado de gusano y capullo.
Tetecala.
Ocotepec.

Yautepec.
  En la primavera de 1546 se produjo la primera cosecha efectiva de seda, un año antes de la muerte de Hernán Cortés. Él nunca llegaría a verlo…

  Así fue como el I Marqués de Oaxaca llevó consigo el tesoro de la sericultura a México. En próximas entregas os enseñaré los posibles descendientes de aquellos primeros gusanos, emplazándoos a leer el artículo “La ciencia de la Orden Dominica”.
(Hacer clic)5 Rutas interactivas de Hernán Cortés. 

Xavier.

La ciencia de la Orden Dominica.
 
Hernán Cortés no fue el único impulsor de la sericicultura en México, hay una tradición mucho más extendida que atribuye su patrocinio a un joven fraile dominico. Esta es la historia de cómo unos pocos religiosos, extendieron la ciencia y cultura del viejo mundo en el depuesto Imperio Azteca.
Escudo Dominico Santo Domingo de Oaxaca.
La memoria adjudica a fray Domingo de Betanzos, fray Gonzalo Lucero y fray Vicente de las Casas la fundación de la Orden Dominica en tierras mejicanas. Desde su llegada al puerto de Veracruz en 1526, se dedicaron a la infatigable tarea de la evangelización de un territorio muy amplio, casi coincidente con el actual Estado de Oaxaca.

Con el aumento de religiosos se fue edificando un complejo entramado de Conventos y templos, acogidos a la idea de acercar la fe católica a los nativos. Una red planificada de tal manera, que entre templo y templo existía una distancia de treinta y cinco kilómetros, una jornada de camino, para permitir las relaciones entre comunidades. Los Dominicos enseñaron oficios a los indios mientras iban construyendo sus respectivos templos, además les otorgaban un salario y tiempo de descanso. Los instruyeron en los métodos de la agricultura europea e introdujeron de forma paulatina las manufacturas gremiales españolas. 

Y es aquí donde nos detenemos… A fray Gonzalo Lucero, un andaluz de Huelva, le encargó fray Domingo de Betanzos (leonés de ascendencia gallega) la tarea de la evangelización del valle Oaxaqueño, exactamente en el territorio de Teposcolula, donde la comunidad religiosa estaría compuesta por tres novísimos sacerdotes.
San Pedro y San Pablo de Teposcolula, antiguo convento dominico del siglo XVI, capilla abierta.
El protagonista de nuestra narración es un joven fraile ordenado por el propio fray Domingo de Betanzos, que a no ser por su inmortalización en el Códice de Yanhuitlán, pasaría a ser otro nombre más de los muchos misioneros embarcados en la misión de Nueva España. El folclore de las naciones zapotecas y mixtecas, le atribuyen la introducción del gusano de seda en Oaxaca. Se llamaba fray Domingo de Santa María y llegó a ser vicario de la orden por estas tierras…
Códice de Yanhuitlán.
Poco más podría contaros… Pero, gracias al azar, no hace mucho tiempo, localicé una variedad de gusano nativa de México originaria de Oaxaca que le da nombre. Quizás éste sea el descendiente de aquellos que trajeron nuestros protagonistas…





Xavier.