Según Estrabón, fue Nearco, almirante de Alejandro Magno, quien primero introdujo en Europa la seda, a su regreso de un viaje de Asia, entre los ríos Indo y Éufrates.
Hacia el año 550, de la Era cristiana, dos monjes de la Orden de San Basilio llevaron a Constantinopla, ocultas en sus bastones de peregrino, semillas de gusano de seda recogidas en una ciudad del Indostán llamada Serinda, y con los conocimientos que habían adquirido sobre la crianza de este insecto, se dio el paso inicial de esta industria en Europa.