domingo, 14 de noviembre de 2010

Al-Ándalus, origen de la Sericicultura en la Península (I).

 La seda ha sido uno de los tejidos más valorados por la historia de la humanidad... Pero puede resultar chocante que hasta el siglo VI no se pudiera elaborar en Europa. Los omnipotentes romanos, conocedores y dominadores de gran parte del mundo, pudieron apreciar este brillante tejido, aunque nunca supieron su auténtico origen. Ellos pensaban que las tribus orientales lo conseguían del fruto de un árbol... Ni siquiera el emperador bizantino Justiniano consumó sus ansias de conocimiento, con las complejas técnicas de Sericicultura chinas.

 China es la fuente originaria de la producción de seda, ellos domesticaron al gusano y obtuvieron de sus capullos el preciado hilo. Se sabe que desde el Neolítico se producía seda de manera artesanal, pero tendríamos que esperar a la Dinastía Han para la definitiva consolidación de la cultura de la seda (Sericicultura). Durante este período fue tal el auge que expirimentó su industria, que se dictaron leyes encaminadas a limitar su uso sólo por la clase noble y a prohibir su difusión a otras naciones. Medida esta que no obstaculizó su expansión a Corea, Japón, India y ciertos pueblos de Asia central. Recordemos cómo, a riesgo de sus vidas, dos monjes llevaron a Constantinopla unos huevos de Bombyx Mori.
 En el siglo VIII, dos grandes potencias se disputaban el control del amplio territorio asíatico y sus intereses expansionistas coincidían. Por un lado, el imperio islámico, que desde la llamada a la guerra santa por el Profeta fue conquistando amplios territorios de África, Asia y Europa (Península ibérica). Los Califas Omeyas y sus deponedores Abbasidas, ensancharon los horizontes del Islam casi a los límites globales de influencia actual. Del otro, la Dinastía China Tang que se encontraba en su cenit, había ampliado los territorios del Imperio hasta cerca de Oriente Medio y la India. Su capital Xian era la ciudad más poblada del mundo en aquellos días. Pero ciertas conspiraciones y la falta de apoyo de la clase campesina, harían inevitable la caída paulatina. Además si añadimos que An Lushan, un comandante del Imperio, reclamó parte del territorio conquistado para sí, podremos llegar a comprender el desenlace del enfrentamiento.


 En la proximidades del río Talas se dieron cita el ejército chino al mando de Gao Xianzhi con treinte mil soldados y la alianza árabe-turca del califato abbasí, capitaneada por Ziyad ibn Salih al frente de cien mil hombres. El desquilibrio de potencial  se tornó aún más evidente cuando parte de la facción china, un total de diez mil karlukos, una tribu de origen turco, se pasaron al bando opuesto (del mismo origen). Fue una victoria aplastante y sangrienta, sólo sobrevivieron dos mil soldados chinos. Y este es el dato a tener presente, esos chinos capturados en la Batalla de Talas o Samarcanda (751), serían quienes enseñarían a los árabes sus técnicas de Sericicultura (también el papel). Una vez más el azar juega una partida paralela.
 Y hablando de azar... Cuatro años después, en una playa de Al-Andalus el único descendiente vivo de la dinastía Omeya pisaba la tierra peninsular (Almuñecar o Burriana). Venía huyendo desde Siria y cómo no, cosas del destino, él sin aún saberlo, sería el instaurador de un linaje de califas que darían al mundo uno de los períodos más florecientes de la historia... Continuará.