miércoles, 1 de diciembre de 2010

Tres cuentos chinos (I).


 Cuenta una vieja leyenda china, que el Emperador amarillo Huangdi (黃帝) estaba disgustado porque un insecto desconocido destruía los árboles de su palacio. Su esposa Hsi-Ling-Shih (希靈施) movida por la preocupación del Emperador, dedicó su tiempo a investigar en los jardines.

 Una mañana de primavera paseando por un bosquecillo de moreras, observó que unos minúsculos y rechonchos gusanos anidaban en las copas de los árboles. La apariencia inofensiva de los insectos despertó la ternura maternal de la Emperatriz que se compadeció de ellos, temerosa del fin que les tenía reservado su esposo.
 Decidida y confiada en sus artes de mujer, convenció a Huangdi para que decretara la prohibición de entrada a los cortesanos al vergel palaciego. Así pudo dedicar largas horas a la contemplación de la labor de sus gusanitos que, agradecidos por el gesto de Hsi-Ling-Shih, no repararon en descubrir todas sus artes. Gracias a ello, conoció cómo se alimentaban sin descanso y que llegado un momento, dejaban su frenesí, para vestirse de brillante capullo.
 Una tarde, próximo ya el verano, la emperatriz estaba tomando té bajo un gran moral, cuando un pequeño capullo cayó sobre su taza humeante, ésta llamó a los sirvientes para que le trajeran unos palillos para poder cogerlo sin quemarse. Pero cuál fue su sorpresa, que al tirar con los palillos, como ovillo de lana, el capullo comenzó a devanarse, dejando extraer con facilidad un resistente filamento que Hsi-Ling-Shih se entretuvo en liar formando una gran madeja. Rápidamente ordenó que las mejores bordadoras de su reino confeccionaran una bufanda con el nuevo hilo. 
 Complacida por el resultado, se presentó ante el Emperador, a quien obsequió con la reluciente bufanda. Huangdi asombrado por la calidad del presente, preguntó a su esposa sobre el origen de dicho material, ella no tuvo otra opción que relatar toda su historia.
 Desde ese día el Emperador amarillo declaró la Sericicultura como arte mayor y prohibió la difusión de su secreto fuera de los límites de su reino. El pueblo chino venera hoy a Hsi-Ling-Shih como Diosa de los gusanos de Seda.


 (Adaptación personal de la Leyenda transcrita por Confucio).