sábado, 5 de febrero de 2011

La Alcaicería granadina.

 El término árabe al-qaysariyya dio en castellano la palabra alcaicería; procede del término latino caesar, que a su vez proviene del griego, y designaba un mercado imperial o del César. Esta denominación hace referencia al emperador Justiniano, que concedió al pueblo árabe el derecho al comercio de la seda. Este tipo de construcción se designa en Oriente mediante la palabra persa khân, posada de caravanas. Se entiende por alcaicería un conjunto de comercios que pertenecen al patrimonio real y que se dedican principalmente a la venta de la seda y otros tejidos de gran valor importados de Oriente. Entre las ciudades que poseen una alcaicería, están Granada, Córdoba, Sevilla o Toledo. Se las llegó a comparar por su importancia a la Alcaicería de Fez, aunque la de la ciudad marroquí es de mayor tamaño. 
 Se calcula que la Alcaicería de Granada se construyó en los siglos XIV-XV. Las primeras referencias que se tienen al respecto las encontramos en una carta del monarca Abû Nasr Sa‘d en la que se realiza la venta de dos tiendas situadas en ese lugar. El espacio que ocupaba este laberinto comercial era mucho mayor que el que ocupa actualmente; se extendía desde el muro de la qibla de la mezquita hasta la plaza Bibrambla al oeste. Al sur, se extendía hasta la calle Saqqâtîn (de los ropavejeros) y al este hasta la calle Darbalcata (de los tintoreros). El recinto se dividía en dos zonas, por un lado la zona occidental ocupada por las aduanas y la administración, y por otro la zona oriental que contaba en total con unas 200 tiendas que daban a callejuelas estrechas o plazoletas. Los negociantes de la seda estaban en la calle principal, que atravesaba esta segunda zona comercial por el al-qantara al-jadîda (“puente nuevo”) sobre el Darro y que desembocaba en el funduq al-jadîda (actualmente el Corral del Carbón), la lonja de trigo. 
 Este espacio se abría al exterior por una decena de puertas distribuidas entre los cuatro puntos cardinales que se cerraban al público al anochecer; además todas las tiendas y sus mercancías quedaban bajo la vigilancia de guardias y perros. 
 El gobernador de la Alcaicería era nombrado directamente por el gobernador de la Alhambra, pertenecía siempre a la nobleza y residía en el recinto comercial. Se encargaba de dirigir la vigilancia del recinto, del control de los horarios de apertura y cierre, y también del mantenimiento del lugar mediante inspecciones diarias. En cuanto a las tiendas, hubo hasta 200, todas de pequeño tamaño con una única puerta abatible, pintada de ocre rojo, que servía también de persiana para proteger las mercancías de la lluvia y el sol. En aquella época destacaba ya el pavimento de mosaico con motivos románicos y árabes. 
 Después de la conquista de Granada por los Reyes Católicos, se decidió seguir con la actividad de la Alcaicería, ya que el comercio de la seda y de las telas de lujo constituía una importante fuente de ingresos. Existen documentos históricos de viajeros europeos del siglo XVI al XVII que relatan cómo se desarrollaba esta actividad: había aumentado, en particular, la gama de productos y disminuido progresivamente el número de tiendas. 
 Las inundaciones de 1478 causaron importantes destrozos y pérdidas materiales; el incendio de 1843, que se originó en una tienda de fósforos, destruyó completamente el conjunto. Las obras de reconstrucción y de restauración fueron muy rápidas, se modificó el trazado de las calles para darle una mayor simetría, en detrimento de su estilo original, confiriéndole el aspecto neoárabe característico de las restauraciones del siglo XIX que encontramos en los monumentos nazaríes.
Qantara