martes, 22 de febrero de 2011

Tejidos del período Nazarí (1238-1492).


Durante el siglo XIII de la etapa nazarí hay una evolución lenta en el aspecto ornamental, con respecto al período final almohade, lo que hace llegar a decir a Gómez Moreno que el siglo XIII vive más de lo nuestro sin influencias extranjeras en las artes suntuarias. Así ocurre con la capa del infante don Felipe de Castilla y León, anterior a 1274, fecha de su muerte, de la que existe en el Instituto de Valencia de Don Juan un fragmento (n.º de inventario 2069). Los temas ornamentales se distribuyen en tres bandas paraleles en sentido horizontal. En la central se lee la palabra árabe «baraka» (bendición), escrita en caracteres cúficos, con los álif terminados en medias palmetas y aparece dispuesta simétricamente con simetría de espejo de derecha a izquierda y de forma invertida. Este tipo de bandas con escritura simétrica se da por primera vez en el tejido de la indumentaria de la reina Leonor de Aragón (1244), en las Huelgas de Burgos. El diseño mayor en la amplitud del tejido muestra medallones de ocho lóbulos, con unas aspas en el interior. La banda del lado superior contiene estrellas o medallones formados por segmentos cuadrados y lobulados, con cuadrados en su interior e inscritas unas flores de cuatro pétalos; en los espacios intermedios se crean unas crucetas con estrellas de ocho puntas y atauriques. Las bandas están separadas por finas líneas de tramas rojo y marfil formando rayas; y otra de estas cenefas crea un ajedrezado. Los colores son oro, marfil y azul, formando un ligamento taqueté. El diseño es muy similar al de la casulla de san Valero. De igual fecha es el Pellote del infante don Felipe o sobretúnica de amplias sisas, que llevaban tanto los caballeros como las damas en la Edad Media, estaba forrado de piel de conejo o de marta y de ahí viene su nombre del latín pellis (piel). El tejido está decorado con una red de lacería geométrica que crea estrellas de ocho puntas, que contienen rosetas de ocho lóbulos. En los interespacios se forman, a su vez, otras pequeñas estrellas de ocho puntas con ataurique cruciforme en el interior. Este tipo de ornamentación la vemos muy similar en un mármol califal procedente de Málaga que figura en el Ars Hispaniae, v. III, f. 242 c. que podría ser el precedente ornamental. El pellote termina en franjas ornamentales que decoran la parte inferior del mismo, dos de ellas con inscripciones cúficas que dicen al-yumn, la felicidad, con simetría que sirve de marco a la central, con cuatrilóbulos y estrellas de ocho puntas, así como unas listas de colores con pequeños discos de oro. Es muy similar al pellote de Leonor de Aragón, anterior a 1244, procedente de su ajuar funerario, uno de los mejores conservados en el Panteón Real de las Huelgas de Burgos. Lo que nos ofrecería una fecha entre 1244 y 1274 para este del infante don Felipe. De este período es igualmente la casulla de san Valero (tejidos Almohades), del Instituto de Valenciade Don Juan (n.º de inventario 2080). Muestra filas de medallones de ocho lóbulos con unas aspas en el interior y, en los espacios intermedios, estrellas de ocho puntas rodeadas de finos roleos y atauriques, todos estos temas ornamentales se realizan en oro sobre el fondo azul celeste intenso. Esquemas similares se encuentran en el paño funerario de doña Mencía de Lara, que murió en 1227, abadesa de San Andrés del Arroyo (Palencia); y en la casulla de Ximénez de Rada, 1247, aunque en estos dos tejidos el diseño destaca de forma adamascada y es en lampás blanco sobre el fondo del mismo color. De tal modo que en los de la casulla del terno de san Valero y capa de don Felipe son más ricos por el empleo del oro abundantemente, y la técnica de taqueté en que está realizado todo el tejido, también serían un poco posteriores. Otros fragmentos son el de «las estrellas con parejas de leones en el interior» y el de «bandas con inscripciones árabes cúficas», muy deterioradas en su base, que dicen alyumn (la felicidad), o la prosperidad, como se observa en los fragmentos bien conservados de esta casulla, igual que en la capa del infante don Felipe. En torno a esta época existe una serie de tejidos mudéjares, hechos por encargo de los reyes y la nobleza a los talleres andalusíes o posiblemente también a talleres de Castilla. Es el caso de un grupo de tejidos realizados con la técnica denominada en los inventarios medievales pannus de areste, draps d’areste, cloth of areste y ad spinum piscis, por su labrado con aspecto de puntas de diamante para el fondo y los motivos decorativos diseñados en forma de espina de pez; donde vemos animales, temas vegetales y geométricos, así como escudos heráldicos. Fueron identificados por King con los tejidos citados en dichos inventarios, sin saberse su origen. El hecho de haberse encontrado en el Panteón Real de las Huelgas de Burgos numerosos ejemplares desde finales del siglo XII y durante el XIII hizo pensar a los historiadores y estudiosos de la técnica textil, como Vial y sobre todo Desrosiers, que se trataba de tejidos realizados en talleres españoles, hechos por encargo de la casa real de Castilla, como el de Alfonso VIII, anterior a 1214, decorado con castillos de oro sobre escudetes rojos; o el de la cofia de Enrique I, c. 1217, diseñado con calderos pertenecientes a la familia de Alvar Núñez de Lara, miembro de la nobleza castellana y tutor del joven rey.
Cofia de calderos
El más antiguo parece ser el hallado en el reconditorio del «Cristo 1147», hoy en el Museo de Indumentaria de Barcelona, realizado en torno a esa fecha de 1147. A este grupo pertenece el tejido de arista de los leones rampantes. Este fragmento del Instituto de Valencia de Don Juan, con franjas de leones afrontados en azul celeste intenso sobre amarillo pajizo, y a la inversa, es de doble cara, pertenece a esta serie y forraba una arqueta de marfil hispanomusulmana de don Alejandro Pidal. Shepherd (1958) por el tema de ornamentación de alguno ellos de tipo musulmán, como las estrellas, de ocho puntas e inscripciones árabes, junto con otros elementos cristianos e incluso heráldicos y su disposición a tresbolillo, repetitiva como los de tipo musulmán, los denomina mudéjares. Martín i Ros (1992) los identifica como de talleres almohades andalusíes. El tipo de tejido que se observa en la capa del abad Biure, abad del monasterio de San Cugat del Vallés (Barcelona), del que se conserva un fragmento en el Instituto de Valencia de Don Juan (n.º de inventario 2057), fue denominado medias-sedas por Falke, que los atribuía a Regensbourg (Alemania), por existir un tejido de este tipo en su catedral; y filosedas por Gómez Moreno, están hechos con cáñamo para la urdimbre interna y lino para el hilo interno del oropel y solamente seda para la urdimbre de ligadura y la trama ornamental, con ligamento samito.
Capa del Abad Biure.
Shepherd sugería que estos tejidos pudieron ser hechos por tejedores mudéjares en Castilla, tanto por los materiales utilizados, el oropel rebajado con plata y el escaso uso de la seda dejándola sólo para la decoración, y no para la parte interna del tejido; pues esa fibra sería más difícil de conseguir que en al-Andalus, donde se producía, como por la temática pues se trata de imitaciones toscas de los lampas almorávides, con círculos y parejas de animales: pavos, leones, águilas y grifos. En estas filosedas se incluyen bandas de escritura pseudocúfica, como recuerdo de la escritura andalusí, pero realizada por alguien que no conoce o no escribe bien esa lengua. Asimismo, Shepherd sugería que al igual que se trajeron alarifes de al-Andalus para hacer las yeserías del claustro de San Fernando de las Huelgas de Burgos, decoradas con estos mismos motivos entre 1230 y 1260, se pudieron traer tejedores a esta ciudad, donde se conserva un grupo de tejidos de indudable afinidad, seis forros de ataúd en el museo de las Huelgas, todos del siglo XIII. Así como la almohada de Sancho IV, en la catedral de Toledo; o el del paño que cubría el cuerpo de Alfonso X, en la catedral de Sevilla, y el forro del ataúd del infante Alfonso (1291), hijo de Sancho IV, en Valladolid. La prueba de que estos tejidos eran hechos de encargo para la casa real de Castilla y León, es el tejido con escudos de castillos y leones, de la indumentaria del infante Fernando de la Cerda, hijo de Alfonso X, que murió en 1275. Estos tejidos de considerable grosor fueron también utilizados para otras piezas de indumentaria religiosa como la dalmática d’Ambazac, cuyo estudio y análisis técnico realizado por Shepherd y Vial (Shepherd y Vial, 1978) determinaron la adjudicación a los talleres mudéjares de este grupo textil.
Ilustracion de la cama Sancho IV.
Almohada de Sancho IV.
Indumentaria de Fernando de la Cerda.
Finalmente tenemos los tejidos nazaríes, denominados también sedas de la Alhambra, siglos XIV y XV, por su semejanza con los diseños en yeserías y alicatados, que decoran el palacio nazarí granadino. Así, en el «tejido de las palmas» la decoración es de sebqa o red de rombos formada por palmas de hojas asimétricas, creando arcos, bajo los cuales se cobijan letreros cúficos, que terminan en lacería en la modalidad del cúfico anudado donde se lee la palabra alyumn (la prosperidad), escrita de forma simétrica. Las inscripciones se culminan en arcos lobulados creados por elementos vegetales. Las palmas se enroscan al final a dos hojas anilladas, que cierran el arco con trabillas. Los interespacios se llenan con unos motivos con puntas de diamante recordando las piñas nazaríes, se realizan en oro, así como las inscripciones. La técnica es la de los tejidos granadinos de la primera mitad del siglo XIV, donde se utiliza el hilo de oro para la decoración con un fondo rojo, del tinte quermes y el ligamento lampás con una urdimbre con efecto ornamental. La epigrafía es la típica del segundo cuarto del mismo siglo, según Fernández Puertas. En cuanto a la decoración de atauriques se asemeja a las yeserías del Alcázar Genil, así como a otras yeserías de la Alhambra de la época de Yusuf I, ya que todo el esquema decorativo se repite con ciertas variantes en las construcciones de este monarca (1333-1354), como en el palacio de Comares.
El tejido con inscripciones árabes y el lema «Gloria a nuestro señor el sultán» pertenece a una serie que se haría para uso de la casa real del sultanato nazarí de Granada, como podemos ver en las inscripciones, que constituyen el elemento principal de la decoración distribuida en bandas. En la central, vemos las frases diseñadas con una bella grafía en caracteres thulth andalusí, que dicen: «Izz limaulana al-Sultan» (Gloria a nuestro señor el sultán) alusivas a Yusuf III (1408-1417). La trama floral está en segundo plano respecto de la epigrafía y va unida por tallos en espiral, en ella se mezclan elementos clásicos de la flora nazarí, como las palmas de perfil y las hojas asimétricas, junto con otros temas vegetales de tipo gótico, como las clavellinas y las espigas que podemos ver también en otras obras nazaríes, como el azulejo de Fortuny, del Instituto de Valencia de Don Juan, donde aparecen, asimismo, las inscripciones alusivas a Yusuf III coincidiendo perfectamente la fecha y los elementos ornamentales de ambas piezas. Las franjas siguientes tienen otras inscripciones en nashji donde dice: «Nuestro señor el merecedor de la generosidad y la nobleza, el nieto de nuestro señor el afortunado», según Yousuf epigrafista de la Universidad del Cairo. Las bandas restantes muestran almenas escalonadas igual que en los frisos de alicatado y yeserías de la Alhambra. El precedente ornamental y técnico pudo ser el diseño de los tejidos que se importaban de Asia central, por vía comercial, o a través de embajadas como la de Ruiz Gómez de Clavijo al Gran Tamerlán, una de estas piezas decorada con bandas de inscripciones cursivas y otras con palmetas y lotos realizadas en lampás de seda azul e hilos de oro, se puede ver en el forro de ataúd del infante Alfonso de la Cerda que murió en 1333 y se conserva en el Museo de las Huelgas de Burgos, procedente de su sepulcro (Partearroyo, 1992, 336).
Fragmento del forro del ataud del Infante Alfonso de la Cerda.
Aunque el parecido es aún mayor con otra pieza textil, con la que se realizó la dalmática del Museo de Arte e Historia de la Cultura de Lübeck (Alemania) (1350-1400). El efecto es similar por la policromía parecida en ambas, pero la dalmática resulta espectacular por el uso del oro. En los talleres granadinos se dejaría de usar por resultar caro y se fue sustituyendo por seda amarilla o blanca, como en esta serie de tejidos, posiblemente para las piezas destinadas al comercio. Hubo otros tejidos de esta serie realizados con una técnica lampás, pero de tipo ligeramente fruncido que podrían intentar recordar más de cerca a los de Asia central. Una pieza de gran tamaño de esta modalidad técnica de taller nazarí se usó en el interior de la indumentaria de la imagen de una virgen vestidera o de las de vestir, en Cabrejas (Valladolid), del siglo XVII, que ha sido hallada recientemente y me fue dada a conocer por su descubridor Ramón Pérez de Castro, el historiador de la Universidad de Valladolid que estudiaba el retablo de la iglesia. Según éste pertenecería posiblemente al señorío de los Manuel, que es la familia de la nobleza más destacada de esa zona. Las dos piezas nazaríes que estudiamos debieron pertenecer al entorno de los sultanes, y formarían parte de los palacios nazaríes con los que harían juego como adornos para el mobiliario en forma de cortinas, almohadones, etc., o para uso personal, sin duda hechas en el taller real o tiraz nazarí, utilizando el tinte quermes, el hilo de oro; y ya en el siglo XV se sustituye el hilo de oro por la seda amarilla que produce el mismo efecto y resultaba más barato el tejido, posiblemene teniendo en cuenta el comercio y la exportación de los productos de lujo a la España cristiana. Podemos apreciar el gusto hacia estos tejidos por parte de la Iglesia que compró tejidos similares para realizar los ornamentos litúrgicos. Así como por parte de la nobleza, como en el caso de los condestables de Castilla, don Pedro de Velasco y doña Mencía de Mendoza, que regalaron un tejido con estas inscripciones de 110 cm de ancho de telar por 386 cm de largo, para realizar una capa pluvial para el culto de su capilla en la catedral de Burgos, donde se conserva. Otras piezas conocidas son la casulla del Castillo de Caravaca (Murcia) con el mismo lema, pero con el nombre de Yusuf I (1333-1354), según Amador de los Ríos; y la casulla del museo de Antequera, según la tradición, fue realizada con una bandera ganada a los musulmanes en la batalla del Chaparral en 1424.

CRISTINA PARTEARROYO LACABA
Instituto Valencia de Don Juan